sábado, 11 de diciembre de 2010

ESFERAS

…Ni siquiera programando aquel destino hubiese sucedido así, en los últimos tiempos ya no planeaba ningún movimiento porque descubrió que el esperar lo inesperado, era mucho más sorprendente que intentar moldear un destino que probablemente nunca sucedería, convirtiéndose por tanto, en un deseo frustrado.
   De esos, de los frustrados, poseía la mayor colección; eran pequeñas esferas luminosas, las supernovas producto de sus grandes pasiones, de proyectos elaborados en todas sus dimensiones que en el momento último una fuerza mayor las aplastaba ante el argumento más insignificante: inmadurez, la insensatez de un prejuicio o de la cobardía casi siempre. Todas estas esferas empezaban a ser todas juntas una luz casi insoportable, la torturaban de una manera poco habitual, últimamente se movían de lugar y el movimiento de esferas solía significar una cascada de pensamientos tan inoportunos que ya hacía meses le robaban el sueño.
  Un día más, una mañana cualquiera, salió al camino. Nadie la reclamó y nadie la esperaba y ese fue el último pensamiento que llegado el momento le dio fuerzas para dar el paso final. Llegó a la estación sin pretender llegar allí, había determinado no pensar ni programar si había salido tan resuelta de casa para dar un paseo o para hacer un gran viaje, estaba y no estaba preparada para todo. Tomó el billete que le daba opciones de pararse en cualquiera de las principales estaciones desde allí hasta el final del trayecto. Ya daba el último paso, ya subía el peldaño que le pondría rumbo a otro momento, al menos por un día lejos del brillo insoportable de esferas que le recordaban su falta de valor.
   Hizo un pequeño gesto, un balbuceo, le temblaron las manos y alzó la vista; pocas veces la intuición la guiaba pero fue la ausencia de prejuicios de ese momento, en ese día, la que activó y despertó esa parte de su ser que la convertía en casi una hechicera, era capaz de augurar como en otros tiempos la presencia de un cambio de rumbo. Era un sentimiento difícil de canalizar, quería huir por primera vez de él pero estaba ahora tan borracha de su propia determinación que podía suceder cualquier cosa, ese estado de premonición la había guiado otras veces, en mal camino unas y hacia episodios maravillosos de su vida también.
  Fue certero o no, pero había visto algo o alguien en el tren contiguo que tenía su mismo destino, no dudó un momento y una vez más ese día se vio en un lugar que no había programado. Era el tren de cercanías y no el expreso, un detalle que simplemente daba un matiz de control de tiempo que decidió volver a desechar, no era momento para valorar cuanto tiempo invertiría en el viaje, que ya no era sino una larga  travesía….
    Caminó a lo largo de los vagones, la guiaba el latido de su corazón, el detector en otros tiempos de sus pocas pasiones: la idea original para el comienzo de alguno de sus proyectos; la certeza de tener entre las manos el libro que marcase un momento vivido; escuchar nuevamente o descubrir por el contrario una canción que sacase de su interior los recuerdos más hermosos; sumergirse en un gran amor.
  Lo cierto es que entró finalmente en el vagón que dejaba espacio suficiente para ella y su pequeña maleta de viaje, respiró casi por primera vez desde que entró en aquel tren, sabía que lo primero que percibiría por todos sus sentidos sería determinante, nada la decepcionó, el suave aroma llegó también desde los recuerdos de su propia niñez, todo grabado a fuego en su propia alma. Abrió los ojos para percibir también aquella luz tan tenue, todo se detuvo, sintió cada parpadeo de sus pestañas y alzó la mirada hacia el frente. Una mirada fue suficiente para reconocerse, la sonrisa para saludarse.
   ….Una de las esferas luminosas se disipó en aquel instante, ella no se percató tampoco, eran todavía demasiadas para ser vistas de una en una. Probablemente algún día descubriría cuanto duele también la oscuridad.

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